Supongo que me gusta más observar que expresar, pero eso no quita que esté pasando un gran día. Los parques de atracciones, especialmente los temáticos, son espacios extremadamente interesantes. Son decorados que celebran los estereotipos de una manera inocente, de tal manera que paseándote por las calles del Oeste o de China puedes sentir que estás viviendo una pequeña aventura. Aquí todo es mentira, pero es una mentira tan clara y transparente que pasa a ser más honesta que la propia realidad. Como las películas. Como cuando subimos al Dragon Khan, que sentimos que estamos en peligro pero a la vez sabemos que es imposible que nos pase nada. Estas experiencias, tomadas en dosis pequeñas, son una buena manera de sobrellevar la gris crueldad del mundo real.

King Kunta en BRAVO de Xavi Daura

Aquí estoy, sin poder dormir ahogando las penas en la reseña de un libro porque estamos a escasos minutos del día 10 de enero y ya siento que la estoy cagando. En realidad simplemente me he tomado un café de más. Conocí BRAVO de Xavi Daura de la mejor manera posible. Me sentí una auténtica antisistema. Todo empezó en noviembre del 2019, cuando decidí utilizar por primera vez las Desideratas de la Biblioteca del pueblo. El mejor pueblo: MAHÓN (para quien no lo conozca, es una ciudad hermosa y galante con una hermosa electricidad). Una Desiderata para quien no lo sepa es «una petición que los usuarios hacen a la biblioteca para que adquiera fondos de los que no dispone.» (sacado literal de bibliotecaspublicaspuntoes). Total, que yo pensé que semejante fantasía era una mentira. Otro oasis más en esta falsa democracia que no es más que un desierto a punto de arder en llamas. Cuando las muy amables señoras de la Biblioteca me lo explicaron, no me lo creí. Y pensé que sería poco probable, por no decir imposible, que me trajeran un libro que acababa de salir de un tío que se llamaba Xavi Daura y que si lo buscas en google una de las primeras cosas que ves es la siguiente cita suya que titula un vídeo de youtube: «Me pasé un año entero borracho». Bien. Tenía que pedir su libro. Si pedía uno de Perez-Reverte sentía que en algún sentido estaba haciendo trampas, ¡fijo que me lo iban a traer y luego hasta tendría que leerlo!

Lo hice, me estrené con BRAVO y, no os lo vais a creer, bueno en realidad a estas alturas del texto es un poco previsible: LO TRAJERON. Hasta me mandaron un sms para notificarme de semejante evento. Adjunto captura de pantalla para que veáis que no estoy mintiendo:

No os voy a engañar, me sentía invencible. Me he tomado la molestia de representarlo en un meme:

Así que empecé a leerlo ahí mismo, en una butaca de la Biblioteca el día que lo fui a recoger, mientras esperaba a que fuera la hora de ir a pedir el paro (porque parece ser por lo visto que me quedé en el 2011). Me reía. Sonreía. Quería abrazar a Rafael Bravo. Ser su amiga. Limpiarle la babilla reseca de las comisuras de la boca. Tirarle todos los calzoncillos ABANDERADO a la basura. Me encariñé. Los envidiosos dirán que soy una fanática. Que me enamoro del costumbrismo. La verdad es que nada me hace reír más que un pedo. Y Rafael Bravo es un poco así, algo que ocurre y que hace ruido. Que acapara miradas. Que tensa y destensa.

Lo admito: tenía un poco de miedo. Me horrorizaba pensar que podría ser una de esas bromas que se estiran hasta que ya no disfrutas del paseo, simplemente estás deseando que acabe porque duele verlo. Afortunadamente no fue así. Bravo es absurdo. Volátil. Sospechosamente inspirador pero de ninguna manera wonderfuliano. Bravo te recuerda que tú también eres imbécil. Es una pompa de jabón que no explota pero tampoco desaparece. Solo se queda ahí, de frente, reflejando tus defectos en su suntuosa forma.