No somos la España vacía.
Somos un territorio lleno de vida. De personas, de historias, de oficios, de comunidades. Somos pastoras, jornaleras, agricultoras, arrieras, aceituneras, ganaderas. Somos la mano que cuida y que ha hecho posible que los lugares que hoy se consideran parques nacionales y naturales de este país lo sean. Por la acción de los pastores con sus rebaños. Por la ganadería extensiva. Por tantos hombres y mujeres que trabajaron en el campo y crearon un vínculo único y tan especial como el de animal, persona y medio. Y los que nos dedicamos a la tierra sólo formamos una parte de la diversidad del medio rural.
El medio rural y sus habitantes no necesitan que ninguna literatura los rescate. Necesitan que se los reconozca al fin, ocupar su espacio y recuperar su voz. Necesitan más que nunca que se afronten de verdad sus problemas y sus necesidades.
Tierra de Mujeres de María Sánchez. Editorial Seix Barral
Hacía mucho que no me sentía así, que un libro no me hablaba de manera tan visceral. María Sánchez narra su medio con una delicadeza aplastante, que te hace arañar la tierra aunque no te des cuenta. Sentirla y olerla. El subtítulo «Una mirada íntima y familiar al mundo rural» precede unas 185 páginas que se leen en un suspiro, con la cabeza respirando aire puro y la nevera llena de verdura fresca.

Gracias al confinamiento he podido leer este libro con el máximo silencio, con la máxima tranquilidad, con el contador de horas de sueño por las nubes. Lo terminé en dos tardes. Al acabarlo, sentí un dolor inmenso. Como si yo también hubiese vivido, en parte, mi trocito de tierra que cuenta María. Y ese trocito ya no está, al menos no como antes. Y me dolió. Como si hubiese dejado un órgano olvidado en un cajón. Lleno de gusanos.
No pude evitar preguntarle a mi abuela si sentía miedo cuando vivía en el campo, cuando iba sola un día tras otro a trabajar, cuando se quedo sola porque sus hijos se fueron y mi abuelo murió. Sola con su huerto y sus gallinas. Cuando sigue sola y no quiere llamar al médico para que vaya a verla. Mi abuela responde:
<< Habiendo comida no tengo miedo de nada>>.
Tierra de Mujeres de María Sánchez, editorial Seix Barral.
Pensé en mi abuela materna desde la primera página. Me emocionó mucho verla aquí, en este párrafo. Mujeres fuertes que sustentan familias. Alrededor de las que gira absolutamente todo. Mujeres que son planetas y los demás sus satélites. Porque vivimos en un mundo en el que la comida se da por hecho, pero hay gente que no solo la hace posible para su familia, si no que la hace llegar a todo el territorio. Por cantidades de dinero verdaderamente insultantes. ¿Qué hay de más heroico que proveer el alimento del que todos nos nutrimos? No consigo pensar en algo más primario, más fundamental, más indispensable.
En estos días de confinamiento, en seguida se ha pensado en los médicos. Esa gente que se está jugando la salud para cuidarnos. Se lo merecen todo, por supuesto. Pero las manifestaciones de cariño me dejan un sabor agridulce, esperando que se valore el esfuerzo de muchos otros que nos sustentan. Quizá porque forman parte de los trabajos mal llamados no cualificados, no tienen la misma repercusión. Pienso en el medio rural, que nos alimenta. Las cajeras y los cajeros, que nos reparten lo que el medio rural aporta. Los basureros y las basureras, que recogen todo lo que desechamos. Todos aquellos que se exponen para que podamos viajar en trenes, aviones, barcos, para estar más cerca de nuestras familias, en situaciones tan difíciles.
Este hilo de tuits me dio un toque. Me recordó que tenemos la vista demasiado corta, que no salimos de la caverna de Platón. Estos días, en los que el mundo se para, lo queramos o no, aprovechemos para leer a gente como María Sánchez. Miremos a nuestro alrededor. Démonos cuenta de la de cosas que damos por sentadas. Recordemos a todos aquellos que hacen posible que nosotros estemos aquí. No para convertirlos en héroes, pero sí para respetar sus voces, sus opiniones, sus esfuerzos, su sabiduría. Porque el hombre que se cree hecho a sí mismo es sólo un hombre egoísta incapaz de reconocerse en sociedad.
Ésta no es sólo mi patria, ni tampoco exclusiva de los habitantes de nuestros pueblos. Esta patria es de todos.
Tierra de Mujeres de María Sánchez, editorial Seix Barral.
Y ha sido una patria llena de hombres y mujeres que han estado muriéndose solos, cubiertos de musgo y pájaros, esperando a que alguien los descubriese.
Una tierra que al fin deja de avergonzarse de lo que es, que recupera su sitio y lo nombra, que se hace oír, que comienza a dejar miguitas por los caminos para que los demás miremos al suelo y queramos seguir el rastro.
Sí, una patria llena de gente de la que se asumía que no tenía nombre ni voz. Los de las manos manchadas, los del sudor en la frente, los de los pies en la tierra. Esos de alpargatas y silbidos, con olor a campo, con regusto siempre a tierra mojada.
Todos esos que trabajan la tierra y que a su manera, como aquellos que hace siete mil años tallaron la piedra, dejan su rastro con sus manos y sus faenas. Y por más que la naturaleza haga su trabajo y el olvido y el abandono quieran imponerse, seguirán las marcas, los rastros, las huellas.
Obviamente, ya no os recomiendo, os imploro que leáis Tierra de Mujeres de María Sánchez. Que lo saboreéis como se saborea el primer fruto de una cosecha. Que oláis bien todo lo que tiene que decirnos. Es importante. Es fundamental. Es indispensable. Por nuestra supervivencia y por un mundo más justo. Más humano.
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