– Doctora Tuttle – empecé a decir-, me estaba preguntando si me podría recetar algo un poco más fuerte para la hora de dormir. Me frustro tanto cuando me pongo a dar vueltas en la cama… Es como si estuviera en el infierno.
– ¿El infierno? Yo te voy a dar algo para eso -dijo, agarrando el taco de recetas-. El espíritu domina a la materia, como se suele decir. Pero, de todas formas, ¿qué es la materia? Si la miras al microscopio, son solo trocitos. Partículas atómicas. Partículas subatómicas. Si profundizas cada vez más y más, al final te encuentras con la nada. Somos espacio vacío, básicamente. Somos nada. Tralará. Y todos somos la misma nada. Tú y yo llenamos el espacio de nada. Dicen que podríamos atravesar las paredes si nos mentalizáramos. Lo que no dicen es que si atraviesas una pared es muy probable que te mueras. No lo olvides.
– Lo tendré en cuenta.
Mi año de descanso y relajación de Otessa Moshfegh, editorial Alfaguara
La complejidad para reseñar este libro es grande, así que como siempre, haré una reseña de sentimientos y aspavientos. Nos encontramos con una protagonista algo atormentada, con unos hechos del pasado algo difíciles de resolver pero nada más allá de unos first world problems de manual. Aún así, los first world problems joden muchísimo cuando lo único que conoces es el primer mundo -cero sarcasmo aquí-. Para arreglarse, muy lícitamente decide apartarse de la sociedad tóxica que nos rodea. Es difícil de aceptar especialmente por una amiga suya muy pero que muy pesada porque, obviamente, su vida debería ser maravillosa: es rubia, es guapa, es perfecta, tiene dinero, lo tiene fácil. Sin embargo, está asqueada de la vida. No quiere querer tener amigas. No quiere querer tener contacto humano. No quiere saber nada de la carrera hacia la felicidad de los demás. Solo quiere dormir y olvidarse de todo y de todos. ¿Cómo puedes no sentir profunda empatía por alguien así?
Movida por un fuerte deseo de letargo y convencida de que este año de encierro la hará renacer como una mariposa, encuentra a la psicóloga más incompetente de la ciudad, la Doctora Tuttle, quien le ofrecerá sin ningún tipo de problema kilos y kilos de pastillas para dormir, desde melatonina hasta Valiums y Orfidales. Da bastante miedito la tolerancia que adquiere, aunque consigue más o menos no enterarse de nada la mayor parte del día, todo esto mientras se reproduce cualquier película de Whoopi Goldberg de fondo en su televisión.
Abrí el botiquín y me tomé dos pastillas de Valium y dos de Orfidal, bebí agua del grifo. Cuando me incorporé, apareció alguien en el espejo como a través de un ojo de buey y me sobresaltó. Mi cara asustada me asustó. Se me había corrido el rímel por las mejillas y parecía una máscara de carnaval. Tenía los bordes y las comisuras de la boca manchados con restos de barra de labios fucsia. Me cepillé los dientes e hice lo que pude para quitarme el maquillaje. Me volví a mirar en el espejo. Las arrugas de la frente y las de alrededor de la boca parecían dibujadas a lápiz. Tenía las mejillas flácidas. Estaba pálida. Algo destelló en el brillo del globo ocular. Me acerqué al espejo y me miré con detenimiento. Allí estaba, un diminuto reflejo oscuro en el fondo de la pupila derecha. Alguien dijo una vez que las pupilas eran un espacio vacío, agujeros negros, grutas gemelas de infinita vacuidad. <<Cuando desaparece algo suele desaparecer ahí, en el abismo de los ojos.>> No me acordaba de quién lo había dicho. Vi cómo desaparecía mi reflejo entre el vapor.
Mi año de descanso y relajación de Otessa Moshfegh
Me ha fascinado y asustado a partes iguales lo mucho que he empatizado con la pereza de vivir, porque es que es pereza, muchísima pereza. A medida que pasaba las páginas, pensaba en cómo podía ser posible que un libro que habla sobre el rechazo absoluto a cualquier estímulo externo (y lo muchísimo que cuesta desvincularse de según quién) me estuviera atrapando tanto. Mi año de descanso y relajación te recuerda que en cierto modo, entre ganas y ganas de no hacer nada, el tiempo pasa, inevitablemente, y a fin de cuentas la mayoría del tiempo tampoco importa demasiado lo que estabas haciendo. He soltado risas reales, especialmente en las conversaciones con la Doctora Tuttle que es mi persona favorita, me he puesto un poco triste viéndome reflejada en según que momentos de mi vida y también he deseado que el libro fuera un poco más corto o al menos que los capítulos no duraran tanto -leo antes de ir a dormir y me dormía mucho y no quería dejar el capítulo a medias y era una lucha muy dura-, pero en líneas generales me ha gustado muchísimo.
Como esta es una novela escrita por Moshfegh, que va sobrada de talento, sabemos de antemano que va a ser una novela original y extraña. […] Sus frases son penetrantes y viperinas. […] Escribe con tal serenidad misantrópica que leerla siempre resulta un placer.
The New York Times