Por dondequiera que vas escampas y democráticamente repartes entre los presentes, sin mirar a los ojos. Manos vidriosas chirriando al frotarse, temerosas de posarse sobre superficies inestables.
Pero la Tramontana solo molesta a aquellos que no tienen nada que ofrecer, aquellos que están pero no son, aquellos que solamente son capaces de mirar hacia dentro. Imposible expandirse.
La Tramontana es el mensajero y a su vez el mensaje que nos recuerda que no estamos solos, que no somos hielo.