Esa vez, indagando si el concierto se celebraría o no, fue quizás la primera que se enfrentó a una barra buscadora que debía arrojar unos datos para obrar en consecuencia. Estaba sorprendida ante una practicidad tan clara e inmediata. ¿Era aquello el futuro? Aún así, seguía queriendo vivir en el pasado, en el que todo era incómodo y dulce. Los ordenadores le daban reparo.
Soñó con la chica que robaba un caballo de Sabina Urraca, editorial Lengua de trapo
Madre mía Sabina Urraca, bájale. ¿Por dónde empezar? Si me preguntas de qué va, tiemblo. Soñó con la chica que robaba un caballo me recuerda a aquello que dicen, que ningún hecho es histórico o todos lo son o solamente hay que ver qué estabas haciendo tú mientras la historia pasaba. ¿Qué estabas haciendo tú? ¿Dormir? ¿Apuñalar a alguien? ¿Aceptar a regañadientes un nuevo trabajo porque necesitas pagar el alquiler?
La vida de ahora es previsible, aburrida, pero hay cierta calma en ello. La vida de ahora es una señora que todos los días le sirve para comer un sándwich insípido de jamón y queso. Pero oye, al menos hay un sándwich. «Hay muchas que ni eso, y ese trabajo, si no lo haces tú, ya lo hará otra, así que tienes mucha suerte», se oye en la sala de reuniones, en el comedor, lo ruge prácticamente todo el mundo en todas partes, es casi imposible escapar al influjo del susurro mundial. Quien no lo dice, lo piensa.
Soñó con la chica que robaba un caballo de Sabina Urraca, editorial Lengua de trapo
Leyendo este libro no podía evitar pensar en la vida que tendría si no tuviera esta, en la vida que tendría si yo no fuera yo. Pensaba en lo alejadísima que puedo estar de todo, en lo cerca que puedo estar de un concepto diametralmente opuesto al mío. Leyendo a Sabina a veces notaba el sabor a sangre mezclada con ansiolíticos de una realidad que no era mía, pero de veras que podía sentirla, muy fuerte. Como si estuviese poseída.
«Nuestro 11-S», como si el país, hasta entonces, hubiese estado esperando como un niño caprichoso tener la misma enfermedad que su hermano mayor, un chaval al borde de la muerte.
Soñó con la chica que robaba un caballo de Sabina Urraca, editorial Lengua de trapo
Y de fondo España. Nuestra Españita rica. Cada día la de menos gente o también, cada día más la de unos pocos. Un momento concreto. Una grieta invisible. Unos arañazos profundos y unas gaviotas picoteando las costras, impidiendo la cicatrización. Soñó con la chica que robaba un caballo de Sabina Urraca y yo, en la playa, una mañana de miércoles, del tirón, a ratos nublada pero que me quedó marcada. Y ya no se me ocurren más formas de decir que me ha encantado sin decir que me ha encantado.